sábado, 11 de mayo de 2013

La vida

Como esa montaña rusa en la que soñabas montarte cuando aún no llegabas a la línea reglamentaria que te daba paso a lo prohibido, hoy te encuentras en un sin fin de subidas y bajadas que ya no forman parte de la atracción. 

Es así como tú, en el intento de absorber hasta el más insignificante rayo de sol, arriesgas a subir a esa tan ansiada experiencia. 

Una vez comprado el ticket que te aseguraba rozar el cielo con la punta de los dedos, pudiste comprobar que, como la espuma,  con la misma intensidad que se sube, vuelves a bajar, tanto, que sentirás dentro de ti el vértigo y el miedo por la pérdida de control. 

Durante el trayecto viene a tu cabeza el leve arrepentimiento de haberte aventurado a la emoción que despertaba tan ansiada hazaña. En una balanza inexistente, pesas un conjunto de pros y contras que sumados llegan al mas preciso equilibrio...

Y es ahí, cuando superas la sensación de desequilibrio, en mitad de una nueva subida, donde te das cuenta de que estás tan pendiente de prepararte para intentar controlar aquello que siempre estará fuera de control, que olvidas, que los extremos fueron creados para que pudiéramos disfrutar de una inmensidad de matices...

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